lunes, 22 de agosto de 2022

Una ciudad para la «high class»

 

Haizea Garay Gallastegi
Concejala de Ezker Anitza-IU en Donostia 
 

Un modelo segregador donde se mira a inversores extranjeros y negocios privados mientras las vecinas de nuestros barrios ven imposible tener un techo o abrir un negocio por unos precios inalcanzables

Cuando los muros gritan «queremos envejecer en nuestros barrios» se está poniendo sobre la mesa que faltan medios y recursos para tener un proyecto de vida digno en nuestros barrios, que nos vemos obligadas a salir de la ciudad porque nuestros derechos no están garantizados.

No es una novedad que Donostia mantiene unos precios desorbitados en la vivienda, tanto en compra como en alquiler. Y que esos precios van más allá del «marco incomparable». Los últimos datos de la encuesta del mercado del alquiler (EMA) que lleva a cabo el Gobierno Vasco y que han sido publicados este verano evidencian que entre 2020 y 2021 el precio del alquiler ha subido en todos los barrios de la ciudad hasta situar a Donostia entre las ciudades del Estado con el precio más alto de la vivienda. El portal de venta de inmuebles ‘Idealista’ publica que la evolución interanual entre junio del pasado año y de este año el incremento en el precio de la vivienda en venta en la ciudad ha crecido por encima del 4,5%, alcanzando la media de la ciudad su máximo histórico en 5.082 euros el metro cuadrado.

Ante este panorama, el gobierno de Goia no solo no ha adquirido compromisos para frenar esta escalada sin control de los precios, sino que con muchas de las decisiones políticas que ha tomado en los últimos años ha resultado ser el principal valedor para que la situación resulte insostenible. Esas decisiones han ido desde la aprobación de expedientes urbanísticos sin el porcentaje de vivienda protegida necesaria para satisfacer las demandas y necesidades sociales hasta la puesta en bandeja de plata a grandes inversores para hacer de la ciudad un complejo residencial de lujo, cuando no, un gran resort hotelero para satisfacer el negocio de unos pocos frente a las necesidades sociales de una mayoría. Un modelo, en definitiva, segregador donde se mira a inversores extranjeros y negocios privados mientras las vecinas de nuestros barrios ven imposible tener un techo o abrir un negocio por unos precios inalcanzables.

Y es aquí donde hay que poner el foco. No solo Goia ignora las necesidades de las vecinas sino que ha puesto la locomotora para cumplir un papel servil ante los poderosos. Quieren una ciudad de postal, un marco incomparable, explotando los recursos naturales, haciendo de todo un negocio y dando la espalda a la ciudadanía. Para ello, les da igual acabar con el medio natural, véase el ejemplo de la piscina de olas en Antondegi, o perder suelo público para negocios privados como es el caso de la nueva sede de una universidad privada en Manteo. Ambos ejemplos muestran cómo el gobierno de Goia se muestra servil ante los poderosos e implacable frente a los más vulnerables. Para ello les da igual cargarse espacios naturales que son parte de un cinturón verde para la ciudad o islas verdes en el entramado urbano, en barrios como el de Gros que, entre otras cosas, es el barrio más denso de la ciudad. Todo ello, en un contexto, no olvidemos, de emergencia climática.

Esta ciudad para la high class que pone alfombra roja al Hilton destruyendo el patrimonio urbanístico, en concreto, el cinematógrafo más antiguo del Estado, responde a una ciudad convertida en un objeto de mercado, medida en función de la rentabilidad, en función de que se pueda hacer caja de ella, con un gobierno que ha decidido ser el consejo de administración de una sociedad donde recortar servicios públicos y derechos básicos, dando la espalda a las más vulnerables, ignorando las necesidades de los barrios periféricos, esos barrios que no salen en la foto.

Por eso es el momento de poner sobre la mesa la propuesta de un decrecimiento turístico. Pero cuando hablamos de decrecimiento, a la concejala de Turismo se le ponen los pelos de punta. Una se pregunta si en ese momento habla como empresaria del sector o como servidora pública. De un modo u otro, queremos dejar bien claro que, cuando hablamos de decrecimiento turístico, estamos hablando de mejorar la calidad de vida de la mayoría social trabajadora, de las clases populares y de las más vulnerables. Porque decrecimiento turístico significa dejar de presionar sobre el precio de la vivienda, recuperando viviendas para vivir, acabando con procesos especulativos que han hecho de la vivienda un negocio que han impedido a las donostiarras acceder a una vivienda, que les han impedido contar con un derecho básico. Cuando hablamos de decrecimiento turístico hablamos de acabar con un proceso de elitización de la ciudad que provoca un incremento en los precios no solo de viviendas, sino de locales en los que poner un pequeño negocio porque, como pirañas, grandes grupos comerciales corporativos han aterrizado en la ciudad provocando el cierre de cientos de comercios. Goia y su gobierno fomentan un modelo de consumo y de producción que explota a trabajadores, que facilita la ampliación de centros comerciales en el extrarradio. El gobierno de Goia es quien está provocando que la clase trabajadora donostiarra sea expulsada de la ciudad. Son ellos los que defienden un modelo de ciudad que rompe con la cohesión social. Una ciudad elitista, segregadora, destructora del medio natural, al servicio de intereses privados. Debemos construir la alternativa que permita otro modelo de ciudad, al servicio de la mayoría social trabajadora, en el que se garanticen sus derechos básicos, con unos servicios públicos de calidad y sin dejar a nadie atrás.

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